Cuando el tiempo libre duele: Ansiedad, herida de abandono y el silencio que activa el malestar

Tener tiempo libre debería sentirse como un regalo. Un momento para descansar, conectar con una/o misma/o, disfrutar sin presión. Sin embargo, muchas personas me cuentan todo lo contrario: cuando no tienen planes, se sienten peor. Más ansiosas/os, más solas/os, más incómodas/os consigo mismas/os.

Y es que a veces, el vacío externo activa un vacío interno mucho más profundo.

El ruido que deja el silencio

Durante la rutina, el trabajo, los compromisos o las distracciones, es más fácil mantener la mente ocupada. Pero cuando aparece ese espacio en blanco —una tarde libre, un fin de semana sin compromisos, unas vacaciones sin planes— también aparece algo que muchas veces cuesta nombrar: el eco de la soledad no resuelta.

No es sólo aburrimiento. No es sólo «no saber qué hacer».

Es un malestar más visceral, que se manifiesta con inquietud, sensación de vacío, tristeza difusa, y pensamientos ansiosos. Como si el cuerpo se activara al darse cuenta de que, otra vez, está sola/o.

La herida de abandono no se toma descansos

La herida de abandono tiene que ver con experiencias tempranas (o no tanto) donde hubo una desconexión emocional significativa. Donde alguien importante no estuvo, no respondió, o nos hizo sentir reemplazables o no suficientes.

Cuando esa herida está presente —aunque no siempre seamos plenamente conscientes de ella— se activa frente a ciertas situaciones. Y una de las más comunes es el tiempo libre.

¿Por qué? Porque el tiempo libre implica ausencia: de estímulo, de atención, de compañía externa. Y eso resuena, profundamente, con lo que alguna vez se sintió como ausencia de amor, de presencia, de cuidado.

El cuerpo habla, aunque la mente no entienda

Tal vez racionalmente sepas que estás bien, que no hay peligro, que incluso “deberías” estar disfrutando. Pero tu cuerpo reacciona distinto: como si algo estuviera faltando. Como si estuvieras otra vez sola/o en una habitación esperando que alguien venga… y no llega.

Esa es la ansiedad que aparece sin motivo aparente. O mejor dicho, con un motivo que no es actual, pero sí emocionalmente vigente.

Llenarse de planes como conducta de evitación

Muchas veces, sin darnos cuenta, armamos agendas llenas de actividades no por deseo, sino por miedo. Por miedo al encuentro con ese vacío. Por miedo a lo que pasa cuando no hay nada que nos distraiga de nosotras/os mismas/os.

Llenarnos de cosas por hacer puede ser una forma sutil de evitarnos. De evitar ese contacto con el dolor emocional que todavía no fue elaborado.

Habitar el vacío: una oportunidad de sanación

No se trata de dejar de hacer planes ni de romantizar el malestar. Se trata de mirar con amor y honestidad qué pasa cuando no los hay.

¿Qué parte tuya se activa?
¿Qué sensaciones aparecen?
¿Qué necesitás en ese momento?

Sanar la herida de abandono no es un proceso rápido, pero sí posible. Y empieza cuando dejamos de huir de esos momentos difíciles, y comenzamos a escucharlos con curiosidad y compasión.

¿Qué puedes empezar a hacer?

  • Permitirte sentir sin juzgarte por ello
  • Registrar qué pensamientos aparecen cuando estás sola/o
  • Explorar tu historia emocional con una mirada amorosa
  • Acompañarte con recursos que te nutran (lectura, escritura, terapia, movimiento suave)
  • Pedir ayuda si sientes que no puedes sola/o

Tu tiempo libre no tiene que ser un enemigo. Puede convertirse en tu espacio más valioso, si aprendes a habitarlo desde el cuidado y la presencia.